
Con sólo pensar en ellos las carrocerías de los coches se estremecen.
Es difícil encontrar un vehículo que no recuerde sobre la piel de su chapa y pintura el tacto del metal o la piedra que habitualmente los constituyen. Concientes de ese pavor automovilístico a los bolardos, diversos colectivos ciudadanos, especialmente en Valencia y Madrid, han decidido que esta suerte de postes urbanos destinados a evitar aparcar sobre las aceras luzcan enormes sonrisas.
¡Ha nacido el bolardo amable!