Rover 600: la elegancia británica con alma japonesa que marcó una época

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Cuando se repasa la historia de Rover, es fácil perder de vista modelos que, sin hacer mucho ruido, dejaron una huella indeleble en la memoria de los conductores. Uno de ellos es, sin duda, el Rover 600, una berlina fabricada entre 1995 y 1999 que supo conjugar con acierto la ingeniería japonesa de Honda con el diseño británico de Rover, dando lugar a un coche que representó, durante unos años, una alternativa elegante, sobria y avanzada dentro del segmento D.

 

Diseño sobrio por fuera, distinción por dentro

A simple vista, el Rover 600 no destacaba por una estética rompedora. Su línea de carrocería, diseñada por Richard Woolley, se caracterizaba por una elegancia comedida que algunos definieron como “discreta” y otros como “anodina”. Sin embargo, lo que hacía especial a esta berlina era precisamente esa capacidad para pasar desapercibido con clase, apostando por un perfil más clásico y refinado frente a la agresividad de otras berlinas contemporáneas.

El acabado exterior, aunque sobrio, mostraba detalles de calidad como las molduras cromadas o la pintura cuidadosamente aplicada. De hecho, es uno de esos modelos que envejecen con dignidad cuando han sido cuidados, y cuya carrocería sigue luciendo bien con el paso de los años, especialmente en versiones bien mantenidas o restauradas por expertos.

En el interior, el Rover 600 apostaba por una combinación de madera, cromados y tapicerías sobrias, con un equipamiento notable para su época. Aunque algunos criticaron la limitada habitabilidad en las plazas traseras, en conjunto ofrecía una experiencia de conducción cómoda y con un punto premium, ideal para el mercado de ejecutivos y flotas.

Corazón japonés, carácter británico

Aunque el chasis y gran parte de la ingeniería derivaban del Honda Accord de quinta generación, lanzado en 1993, el Rover 600 logró diferenciarse con personalidad propia. En el apartado mecánico, el modelo ofrecía una interesante variedad de motores tanto de Honda como de desarrollo propio de Rover:

  • Motores Honda:

    • 1.8 litros (116 CV) y 2.0 litros (131 CV) con una curiosa culata de 16 válvulas y un solo árbol de levas.

    • El 2.3 litros (158 CV) incorporaba una culata de doble árbol, pero sin distribución variable (VTEC), lo que daba lugar a una entrega de potencia progresiva y suficiente para una berlina media.

  • Motores Rover:

    • Un turbodiésel 2.0 L-series de 105 CV, algo ruidoso pero eficaz.

    • Un potente gasolina turboalimentado 2.0 T que entregaba hasta 200 CV, una cifra más que respetable para un coche de su clase, aunque con un comportamiento exigente para el eje delantero, que contaba con un diferencial Torsen para mejorar la tracción.

Este equilibrio entre fiabilidad japonesa y toques de carácter británico dio como resultado un coche versátil, capaz de ofrecer desde versiones racionales para el día a día hasta otras más deportivas y atrevidas.

Tecnología y soluciones vanguardistas

Uno de los aspectos técnicos más destacables del Rover 600 era su suspensión delantera de paralelogramo deformable, en lugar del más común sistema MacPherson. Esta configuración, con dos brazos inferiores y un triángulo superior, permitía un mayor control de la alineación de las ruedas durante todo el recorrido de la suspensión, mejorando notablemente el comportamiento en curva y la estabilidad.

Este tipo de soluciones, poco comunes en berlinas generalistas de su época, demuestran la voluntad de Rover por ofrecer una conducción refinada y segura, sin renunciar a ciertos toques de sofisticación técnica.

Hecho en Reino Unido con sello de calidad

A diferencia de lo que se podría esperar, el Rover 600 no se fabricaba en las instalaciones de Honda en Swindon, sino en la histórica planta de Morris en Cowley, que años después pasaría a ser propiedad de BMW para fabricar los nuevos Mini.

Los comentarios sobre su calidad constructiva fueron positivos, y la durabilidad de su carrocería ha sido otro de sus puntos fuertes con el paso del tiempo. La pintura y los ajustes de las piezas estaban por encima de la media en muchos casos, lo que hace que hoy, décadas después, aún se vean unidades con un aspecto exterior impecable, sobre todo cuando han sido mantenidas o restauradas en talleres especializados.

El Rover 600 hoy: un ejemplo de elegancia atemporal… como muchos coches que merecen lucir impecables

Mantener en perfecto estado la chapa y la pintura de un vehículo no es solo una cuestión estética: también es clave para conservar su valor y prolongar su vida útil. Con el paso del tiempo, los pequeños daños, roces o imperfecciones en la carrocería pueden afectar negativamente tanto a la imagen como a la protección del coche frente a la corrosión o los agentes externos.

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