Goggomobil Dart: el microcoche que demostró que el humor también podía tener ruedas
En la década de los 50, Europa aún se recuperaba de los estragos de la Segunda Guerra Mundial. Los coches grandes y potentes quedaban fuera del alcance de la mayoría, y el ingenio se convirtió en el mejor aliado de la movilidad. En ese contexto nació el Goggomobil Dart, un microcoche que, con su aspecto simpático y dimensiones diminutas, muchos tomaron por un experimento pasajero. Pero lo cierto es que fue un éxito rotundo.
Diseñado originalmente por la empresa alemana Hans Glas GmbH, el primer Goggomobil se presentó en 1954 en la Exposición Internacional de Bicicletas y Motos de Colonia (IFMA). Se trataba de un pequeño vehículo capaz de circular con carné de moto, un detalle que lo convirtió en una opción práctica y económica para quienes buscaban su primer coche.
El modelo T, pionero de la saga, era un prodigio de sencillez: sin extras, con ventanillas fijas y un solo limpiaparabrisas. Pero a pesar de su humildad, ofrecía algo que muy pocos coches podían prometer entonces: libertad sobre cuatro ruedas.
El nacimiento de una familia: del T al Dart
El éxito del Goggomobil en Alemania animó a Glas a diversificar. En 1957 se presentaron versiones con motores de 250, 300 y 400 cc, un segundo limpiaparabrisas, y ventanillas que por fin podían abrirse. También nació el Goggomobil TS, una variante más deportiva con estilo cupé, y la furgoneta TL, destinada a repartos urbanos.
Y fue precisamente el espíritu divertido y funcional del TS el que inspiró la creación más sorprendente de todas: el Goggomobil Dart, una versión descapotable de dos plazas, ligera, atrevida y, sobre todo, diferente.
Fabricado en Australia por la compañía Buckle Motors Pty Ltd, el Dart tomaba como base el chasis del Goggomobil TS alemán, pero lo vestía con una carrocería de fibra de vidrio diseñada por Bill Buckle. Su aspecto era casi caricaturesco: redondeado, sin puertas y con un frontal que recordaba más a una sonrisa que a un coche tradicional.
A pesar de su apariencia juguetona, el Dart iba muy en serio. Su motor bicilíndrico de 293 o 392 cc y su peso de apenas 345 kg le permitían moverse con agilidad sorprendente, alcanzando velocidades de hasta 80 km/h.
Un diseño que conquistó el mundo
El Goggomobil Dart se convirtió en un icono instantáneo en Australia y, más tarde, en otros países donde se ensamblaron distintas versiones del Goggomobil. Su éxito residía en su mezcla de simplicidad técnica y diseño desenfadado.
El secreto de su fama fue, sin duda, su carrocería ligera y resistente, fabricada íntegramente en fibra de vidrio, un material que entonces era revolucionario. Este detalle no solo reducía peso y consumo, sino que también ofrecía una superficie lisa y fácil de reparar, lo que hacía del Dart un coche ideal para la ciudad.
Además, su acabado redondeado y sin aristas transmitía modernidad y simpatía, muy acorde con el espíritu optimista de los años 60. El colorido de sus carrocerías —rojos vivos, azules eléctricos o amarillos alegres— reforzaba su imagen de coche “feliz”, pensada para llamar la atención y arrancar sonrisas allá donde iba.
El Goggomobil en España: una historia vasca con acento alemán
En España, la historia del Goggomobil corrió de la mano de la empresa Munguía Industrial (Munisa), ubicada en Vizcaya. En 1957, la compañía vasca firmó un acuerdo con Hans Glas para producir el Goggomobil T250 bajo licencia.
Sin embargo, las trabas administrativas y la oposición del Ministerio de Industria —que buscaba proteger al emergente SEAT 600— retrasaron el inicio de la producción hasta 1962. Aun así, Munisa fabricó miles de unidades en sus primeros años, llegando incluso a desarrollar una versión furgoneta y otra con motor de 400 cc.
El Goggomobil español era tan funcional como entrañable, con una carrocería pequeña pero bien proporcionada, faros saltones y una pintura cuidada que transmitía calidad pese a su tamaño. Fue uno de los pocos coches que ofrecía espacio para cuatro personas en un cuerpo de apenas 2,90 metros de largo.
Pero la competencia del SEAT 600, los problemas laborales y la falta de inversión acabaron con la aventura en 1966.
Pequeño en tamaño, grande en espíritu
Aunque su producción cesó en 1969, el Goggomobil (y especialmente su versión Dart) dejó una huella imborrable. Fue un símbolo del ingenio y la adaptación, una respuesta creativa a la necesidad de movilidad económica.
De hecho, BMW, que adquirió Hans Glas en 1966, reconoció la importancia del pequeño coche y aprovechó parte de su tecnología para futuros proyectos. En total, se produjeron casi 285.000 unidades del Goggomobil en todas sus variantes, convirtiéndose en uno de los microcoches más exitosos de Europa.
Hoy, apenas 2.500 unidades funcionales sobreviven, muchas restauradas con mimo por coleccionistas que valoran no solo su rareza, sino también la delicadeza de su carrocería y pintura original.
Su figura, redonda y optimista, sigue siendo una lección de diseño: la belleza también puede medirse en centímetros.
Un clásico con alma de competición
A pesar de su vocación urbana, el Goggomobil también se atrevió con el mundo del motor. En España existió un equipo oficial de competición, liderado por Fernando Villaamil, que logró victorias en circuitos de Valencia, Burgos y Valladolid. Incluso el mítico Salvador Cañellas pilotó una versión con motor DKW conocida como “el Ovni” por su aspecto futurista.
Estos logros demostraron que, bajo su aspecto simpático, el Goggomobil escondía un corazón valiente.
Cuando el acabado hace historia
Una de las razones por las que el Goggomobil ha perdurado en la memoria colectiva es por la calidad de su acabado. Su pintura uniforme, el brillo de sus cromados y la suavidad de sus líneas demostraban que la sencillez podía ir de la mano de la elegancia.
La carrocería de fibra de vidrio, además de ligera, era especialmente agradecida para los talleres que cuidaban su estética: bastaba un buen trabajo de reparación de chapa y pintura para devolverle su esplendor original.
Esa atención al detalle es lo que lo convirtió en un objeto de culto entre los coleccionistas, que hoy buscan mantener viva su esencia original.
El legado del microcoche más simpático del siglo XX
Más que un simple medio de transporte, el Goggomobil Dart fue un símbolo de una época que apostó por la imaginación cuando los recursos eran escasos. Su diseño redondeado, sus acabados coloridos y su espíritu optimista lo convirtieron en un coche que, literalmente, hacía sonreír.
Hoy, en un mundo donde los coches son cada vez más grandes y tecnológicos, el Dart nos recuerda algo esencial: la verdadera innovación también consiste en hacer más con menos.
Porque cuidar la carrocería también es cuidar la historia
Si algo nos enseña el Goggomobil Dart es que cada coche cuenta una historia. La pintura, los detalles de la carrocería, las líneas que reflejan la luz… todo habla del paso del tiempo y del cuidado de quien lo conserva.
Por eso, si tu coche necesita recuperar su brillo original o eliminar esas pequeñas marcas del día a día, confía en los expertos en chapa y pintura de la red CertifiedFirst. Nadie mejor para devolverle el esplendor a tu vehículo con la misma pasión con la que se restauran los clásicos más admirados.