¿Sabías que elegir un color u otro para tu coche puede hacer que pierda menos valor en el futuro?
A la hora de comprarte un coche, la decisión del color es importante. Aunque más bien puede parecer algo estético, que llama la atención en primera instancia, esto realmente va más allá. Y es que el color tiene mucho que ver con la depreciación del vehículo con el paso de los años. Sobre todo, pensando en una posterior venta...
En este sentido, un estudio ha analizado las ventas de 650.000 coches usados entre 2021 y 2022, todos ellos matriculados en 2019. Durante este periodo de tres años, en los primeros compases de vida de los vehículos, es cuando se deprecian más, es decir, pierden más valor respecto al precio de compra.
Cuál es el porcentaje de depreciación según el color
La media, según los datos obtenidos, es de un 15% de pérdida de valor medio, pero el porcentaje varía de manera notable entre unos y otros colores: la depreciación puede ser hasta cuatro veces mayor en unos tonos que en otros.
El porcentaje de depreciación por colores es el siguiente:
- Amarillo: 4,5%
- Naranja: 10,7%
- Morado: 13,9%
- Rojo: 14%
- Verde: 14%
- Azul: 14,3%
- Gris: 14,3%
- Beige: 14,4%
- Plateado: 14,8%
- Blanco: 15,5%
- Negro: 16,1%
- Dorado: 16,7%
- Marrón: 17,8%
¿Por qué se deprecian más o menos?
Los resultados obedecen a una serie de factores pero, sobre todo, al tipo de vehículo, segmento y volumen de ventas a los que se asocian.
El amarillo es el ejemplo más claro. Es uno de los colores menos habituales a la hora de elegir coche y, los que optan por él, habitualmente lo hacen para vehículos deportivos, bastante exclusivos.
De esta manera, está asociado a un tipo de vehículo que, por su propia naturaleza, también resiste por sí mismo la depreciación en el mercado de segunda mano. Aunque en menor medida, situaciones similares las encontramos en coches con colores naranja y morado.
En cambio, al pasar a colores como el rojo o el verde, más comunes entre marcas modelos generalistas, la depreciación aumenta. Así se llega al otro extremo, en el que queda patente que los colores más habituales en la compra no aportan un valor diferencial y son los que más se deprecian.