
Quizás has dejado tu coche aparcado cerca de un parque o a la sombra de un árbol y cuando regresas a él ya no encuentras la impoluta y perfecta carrocería que dejaste, no. Quizás encuentras alguna deposición de pájaro (o, en el peor de los casos, varias) que, cual torpedo, ha atacado la pintura de tu coche en tu ausencia.