La carrocería de tu vehículo contiene su sonrisa. Y como no todas las reparaciones de chapa y pintura son iguales, como no todas tienen la misma calidad, no todos los coches sonríen igual de radiantes. ¿Por qué te contamos esto? Porque el anecdotario de los talleres de reparación de vehículos de nuestros país es inagotable. Y porque uno de los episodios más recientes que se ha conocido es que
Miguel Gila, el humorista que hizo reír a tantas generaciones de españoles, fue pinto
r de coches en un taller madrileño antes que soldado de mentirijillas pegado a un teléfono. Y porque puestos a imaginar... ¿te imaginas la de “historias” que podría desarrollar Gila en un taller de coches? ¿cómo sería la sonrisa de los coches que pintaba? ¿y la de sus clientes?
Lo contaba el propio Gila en sus memorias,
“Y entonces nací yo”, que vieron la luz en 1995. Entre los 14 y los 17 años, huérfano de padre,
pintaba coches con la esperanza de que el sueldo que ganaba le permitiera pintar nuevos horizontes de futuro profesional. No en vano, invertía buena parte de su jornal de “niño para todo” en aprender en los libros la mecánica y la carrocería que complementaba la que le practicaba a diario en el taller. Y tanto soñó con mejorar, con elevar el vuelo, que terminó graduándose como mecánico de aviación. Pero en seguida llegó la guerra. Su detención. Su fallida ejecución ante un pelotón de fusilamiento. Y su pasión por el humor. Su estreno sobre el escenario.