Desde el comienzo, en la industria del automóvil, como en todas las industrias, ha habido un afán por mantener ciertos secretos. Por supuesto, esto afecta a soluciones tecnológicas o de ingeniería. Pero también al mismo diseño de los vehículos.

Pequeños golpes en la carrocería. Pequeñas abolladuras. Pequeñas manchas de óxido. Pequeños toquecitos de piedritas (o a saber) en la pintura del coche. Suma y sigue.

¿Cuál es el coche más bello? No sabemos si existe la belleza eterna. Últimamente la belleza se entiende el marco de un momento. Más o menos largo, pero momento finito a fin de cuentas. Existen coches que han ido pasando las fronteras del calendario, permaneciendo en el recuerdo de los automovilistas, incluso aumentando su valor, haciendo que ese ‘no sé qué’ los haga cada día más especiales, más hermosos, y no más viejos. Existen también coches que no triunfaron en su día, por raros, por feos… pero, ya lo dicen, la venganza se sirve en plato frío y algunos de esos coches feos hoy son valiosos objetos de culto. El automóvil que hoy nos ocupa viene avalado por el premio al ‘concept car’ más bello del último Salón del Automóvil en París. Y de esto, al menos hay que reconocerlo, no puede presumir cualquiera.

La decoración basada en estampado animal ha estado entre nosotros desde hace mucho tiempo. En telas para el hogar, en la ropa y, ¿por qué no en la carrocería del coche? DS ha lanzando una edición especial del DS3 Black Lèzard con pintura en color negro con efecto piel de lagarto.

Todos los automovilistas sabemos que en el día a día la pintura del coche está expuesta a multitud de agresiones. No es necesario hacer nada especial, ni tener prácticas de riesgo: el simple hecho de salir con el coche al centro de trabajo o al centro comercial ya expone la carrocería del vehículo a sufrir imperfecciones. A menudo, pequeñas imperfecciones como arañazos superficiales. Superficiales pero no por ello menos odiados por los automovilistas más pulcros y detallistas.