¿Somos los automovilistas españoles fieles a las marcas de coches? ¿O nos gusta cambiar de marca? ¿Tenemos claro que nuestro próximo coche será del mismo fabricante que el vehículo actual… o suspiramos por visitar todos los concesionarios en varios kilómetros a la redonda?

Cuando los primeros automóviles vieron la luz, su cercanía con los carros de caballos era innegable. Ésa era la referencia. Sólo que los caballos dejaban paso a aquella primitiva tecnología, los primeros motores. Los primeros coches apenas tenían lo imprescindible. Una estructura para la parte mecánica, ruedas y un asiento para el conductor y, tal vez, para copiloto. Poco más. Por no haber, no había ni carrocería…

¿Sabías que los rayos del sol pueden dañar seriamente la pintura del coche? Los culpables son los rayos UV. Sí, los mismos que pueden perjudicar la piel de las personas y de los que los dermatólogos advierten: cada año se diagnostican más de 70.000 casos de cáncer relacionados con la piel. Está claro que las personas debemos protegernos del sol y disfrutar de él en su justa medida. ¿Y el coche?

Es por todos sabido que los coches de policía (como los de cualquier vehículo de índole oficial) suelen vestir de rigurosa etiqueta. Blanco y negro es la combinación que más solemos ver para los vehículos policiales, así como los coches de bomberos los pensamos siempre en color rojo o sabemos que los taxis de Nueva York son amarillos.

Estamos acostumbrados a ver los logos de los coches en sus anuncios, en sus parrillas delanteras, en sus catálogos, en Internet… ¿Pero de cuántos conocemos su verdadera historia? Hoy hablamos de tres marcas dispares: Peogeot y su léon (uno de los logos más identificados en todo el mundo), las elipses de SsangYong y las alas de Aston Martin.